La DANA y otros eventos climáticos extremos generan un impacto emocional profundo en las personas. Según investigaciones, quienes los experimentan directamente desarrollan una mayor percepción de riesgo, lo que desencadena respuestas como ansiedad, estrés y hasta depresión.
Este “efecto de proximidad” hace que el temor sea más intenso en las comunidades afectadas, donde la incertidumbre sobre futuros fenómenos climáticos aumenta la vulnerabilidad psicológica.
Ecoansiedad: ¿Quiénes son los más afectados?
El estudio reveló que personas desempleadas y amas de casa presentan los niveles más altos de ecoansiedad, con un 39% en estado de alta preocupación. En cambio, los estudiantes muestran menor ansiedad (45% en nivel bajo), lo que sugiere que factores como la estabilidad económica y el acceso a información influyen en cómo se vive este estrés.
Esto demuestra que la desigualdad social agrava el impacto emocional de los desastres climáticos, afectando más a quienes ya enfrentan situaciones de vulnerabilidad.
Los desastres naturales no solo destruyen infraestructuras, sino que también dejan secuelas psicológicas en la población. Expertos señalan la necesidad de incluir apoyo psicológico en los planes de emergencia y promover estrategias de resiliencia emocional.
Abordar este problema como parte de la salud pública es clave para reducir el sufrimiento de las personas ante la crisis climática.
Hacia una respuesta integra
El miedo al clima es real y requiere soluciones. Desde terapias de apoyo hasta educación ambiental, es urgente actuar para proteger el bienestar mental de las comunidades frente a estos eventos