Desde la década de los noventa, la integración de expresidentes y altos exfuncionarios salvadoreños al Parlamento Centroamericano (PARLACEN) ha sido más protocolaria que efectiva. Figuras como Alfredo Cristiani y Francisco Flores se sumaron al PARLACEN después de sus mandatos sin que su presencia resultara en transformaciones significativas en la política centroamericana ni en la salvadoreña.
A lo largo de estos años, la principal función de los exmandatarios en el PARLACEN ha estado marcada por la formalidad y el privilegio institucional. El impacto de otros funcionarios, como exvicepresidentes, que han ocupado estas curules ha sido limitado y carece de registro público sobre iniciativas relevantes. Esta tendencia ha llevado a una percepción generalizada de que el PARLACEN sirve más como un retiro honorable que como una plataforma para impulsar cambios significativos.
Percepción ciudadana y el fuero parlamentario
Con el tiempo, la percepción de la ciudadanía y la política en El Salvador se ha inclinado a considerar este espacio como un retiro honorable en lugar de una trinchera de influencia real. Fue por esta razón que, a partir de mediados de los años 2000, surgieron iniciativas para limitar la integración de expresidentes al PARLACEN, debido a la falta de resultados concretos y la posibilidad de que el fuero parlamentario fuera utilizado como un “escudo legal”.
En resumen, la participación de los funcionarios salvadoreños en este organismo se ha caracterizado por su carga simbólica y protocolaria, sin que esto se haya traducido en cambios trascendentes para El Salvador o la región. Esta situación ha generado un debate sobre la efectividad y el propósito del PARLACEN, y ha llevado a muchos a cuestionar su relevancia en el panorama político actual.