Durante 18 meses, el joven peruano Guillermo Checa luchó contra la distancia, la incertidumbre y la adversidad para entregarle personalmente una pintura al presidente Nayib Bukele. Su historia, marcada por la fe, la perseverancia y una “equivocación providencial”, es hoy un símbolo de esperanza para toda América Latina.
Un sueño que nació entre amigos
Todo comenzó en Piura, Perú, con una conversación entre amigos. Guillermo Checa, un joven de 32 años, hablaba sobre la crítica situación de seguridad que atravesaba su región y sobre cómo deseaba que su país pudiera experimentar un cambio tan profundo como el que vivía El Salvador bajo el liderazgo del presidente Nayib Bukele.
De esa conversación nació un sueño: viajar hasta San Salvador para entregarle en persona al presidente un retrato pintado al óleo, como muestra de admiración y esperanza. No era un acto improvisado ni un gesto vacío: era una expresión sincera del impacto que el modelo salvadoreño estaba teniendo fuera de sus fronteras.
El arte como puente entre pueblos
Checa encargó la obra al reconocido artista peruano Praxedes Neira, con más de 30 años de trayectoria. El resultado fue un lienzo poderoso: la figura de Bukele sobre un fondo celeste, con la bandera salvadoreña ondeando detrás y símbolos de identidad cultural que unían dos naciones.
Ese cuadro se convirtió en su estandarte. Junto a él, comenzaría un viaje transformador que cambiaría su vida.
Sacrificios y despedidas
Durante un año, Checa ahorró cada centavo. Vendió posesiones personales, se despidió de sus padres y de su enamorada, y en enero de 2025 aterrizó en El Salvador. Su plan parecía simple: mostrar el cuadro y esperar que el presidente se interesara. Pero la realidad le tenía preparado un camino mucho más arduo.
Durante sus primeras semanas, se hospedó en un hotel modesto del centro histórico de San Salvador. Su colchón inflable se rompió a los pocos días, y pasó dos semanas durmiendo en el suelo. El dinero se acababa, el hambre apretaba, y la nostalgia comenzaba a consumirlo. Aun así, Checa resistió. Consiguió un trabajo en la construcción que le daba apenas $50 semanales, pero le permitió sobrevivir cinco meses y medio.
El error que lo cambió todo
En medio de esa incertidumbre, una equivocación lo cambió todo. Checa, pensando que escribía al contacto de una persona que había conocido días antes, envió un mensaje por error al periodista salvadoreño Juan José López Torres, fundador del medio digital La Diáspora 503.
El periodista no solo respondió: identificó en la historia de Checa una poderosa narrativa humana y decidió acompañarlo. Juntos emprendieron una campaña de visibilización a través de transmisiones en vivo desde distintos puntos de la ciudad, mostrando el cuadro y contando la historia. Apostaron por el poder de las redes.
Y funcionó: uno de los videos, grabado en un centro comercial de San Salvador, superó el millón de visualizaciones en TikTok.
Una historia que conmovió a miles, pero tardó cinco meses
A pesar de la viralización, la esperada reunión no llegaba. Checa y el periodista se acercaban a eventos públicos, hablaban con funcionarios, y hasta lograron exponer el caso a Karim Bukele, hermano del presidente, durante la toma de posesión del segundo mandato presidencial. Karim prometió ayudar, pero el tiempo seguía pasando sin respuesta.
La frase que más dolía fue la de un conocido que le dijo:
—“El presidente no se levanta pensando en vos.”
Pero Checa no se rindió. Cinco meses después de llegar a El Salvador, recibió una llamada de la Cancillería salvadoreña: el presidente Nayib Bukele quería reunirse con él.
26 de junio: el encuentro con Bukele
Ese día, el 26 de junio de 2025, la lluvia amenazó con arruinarlo todo. Pero minutos antes de su cita en Casa Presidencial, el cielo se abrió. Checa, junto al periodista que lo había apoyado, llegó al lugar donde esperó dos horas, en el Salón de Honor.
Finalmente, se abrió la puerta. El presidente Bukele se acercó y le dijo:
—Buenas tardes, mucho gusto.
Checa le explicó que era el joven del video viral. El mandatario, con calidez, respondió:
—Ya había visto ese video.
Le preguntó qué había hecho en esos seis meses. Checa respondió que había trabajado en la construcción y que había bajado 20 kilos. El presidente se sorprendió, agradeció el gesto del cuadro, y le dijo:
—Si necesitas algo, estoy a tus órdenes.
Fueron cinco minutos de conversación que, para Checa, valieron una vida.
Un adiós con alma
Una semana después, Guillermo Checa regresó a Perú. Su historia fue compartida por medios como La República, y recibido con emoción por una treintena de piuranos que lo esperaban. Pero antes de partir, hubo una escena que cerró su odisea con un broche de oro emocional.
En el Aeropuerto Internacional Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Checa y el periodista salvadoreño que lo había acompañado desde el error inicial hasta el encuentro presidencial, se fundieron en un abrazo. No era solo una despedida: era la confirmación de que los sueños, por imposibles que parezcan, se pueden alcanzar cuando se caminan con propósito y corazón.
Epílogo: cuando el alma no se rinde
La historia de Guillermo Checa no es política ni artística: es profundamente humana. Es la historia de alguien que creyó, caminó, lloró, cayó, y aun así siguió avanzando.
Hoy, en su tierra, continúa sembrando árboles —más de 4,000 hasta ahora— y construyendo puentes entre el arte, la conciencia social y la esperanza.
Porque si algo ha dejado claro esta historia, es que el alma que no se rinde siempre llega lejos.