Lo que comenzó como una simple hoja de cálculo compartida por usuarios peruanos terminó convirtiéndose en uno de los fenómenos digitales más comentados de la región: el llamado Registro Nacional de Infieles. La iniciativa, que ahora circula en varios países de Latinoamérica y recientemente llegó a El Salvador, permite a los usuarios consultar o publicar historias sobre presuntas infidelidades de forma completamente anónima.
Aunque la plataforma insiste en que todo el contenido es ficticio y con fines recreativos, esta advertencia no ha evitado el debate sobre su impacto en la reputación digital y los posibles riesgos legales. Algunos usuarios creen que el descargo de responsabilidad sirve como protección para los administradores, mientras otros aseguran que ciertos relatos podrían tener base en experiencias reales.
El sitio funciona con una dinámica similar a la de redes sociales como X: historias breves organizadas por popularidad o antigüedad, buscadores de nombres y opciones para filtrar contenido. Para publicar, solo se requiere completar un formulario de hasta 500 caracteres que incluye datos básicos y, opcionalmente, imágenes que supuestamente respaldan la anécdota.
Las reglas de uso son estrictas: solo se permite el acceso a mayores de 18 años, se prohíbe divulgar datos personales sensibles y se establece una política de cero tolerancia al acoso. Además, los usuarios asumen toda responsabilidad por lo que publican, ya que la plataforma no verifica identidades y ofrece un derecho al olvido para quienes quieran borrar contenido previamente agregado.
Pese a no ser un registro oficial ni estar vinculado a ninguna institución, su rápida expansión refleja el creciente interés por las dinámicas afectivas modernas y cómo estas se expresan —y se cuestionan— en el ecosistema digital actual.