La afición salvadoreña se prepara para un momento histórico. El próximo 10 de octubre, cuando la Selección Nacional reciba a Panamá en el Estadio Cuscatlán, los hinchas permanecerán en silencio absoluto durante el himno visitante. Se trata de la iniciativa “Silencio Cuscatlán”, lanzada por la Barra Azul, que busca transformar un gesto de respeto en un símbolo poderoso contra la discriminación y el racismo en el fútbol.
El origen de Silencio Cuscatlán
La propuesta fue anunciada en septiembre por Iván Flores, presidente de la Barra Azul. El plan es simple pero cargado de simbolismo: guardar silencio durante el himno rival, y luego, al entonarse el salvadoreño, estallar con toda la fuerza en las gradas. Después, alentar los 90 minutos sin insultos ni expresiones ofensivas.
La idea no surge de la nada. Es la respuesta de la afición organizada a un episodio que manchó el nombre del fútbol salvadoreño: los insultos racistas proferidos en el partido ante Surinam, el 8 de septiembre, en plena eliminatoria rumbo al Mundial 2026.
Los insultos y la sanción
Aquella noche, los jugadores surinameses denunciaron agresiones verbales y gestos discriminatorios desde las tribunas. La FIFA actuó de inmediato: multó a la Federación Salvadoreña de Fútbol (FESFUT) con 50,000 francos suizos (unos 62 mil dólares) y ordenó que, en el próximo partido como local, se cierre al menos un 15 % del aforo del Cuscatlán, concretamente las gradas detrás de las porterías.
Además, la federación fue obligada a implementar un plan contra la discriminación. En un comunicado, FESFUT condenó los hechos y aseguró que trabajará junto con FIFA y CONCACAF para evitar que se repitan.
Más que un castigo, un reto cultural
Pero más allá de la multa y del aforo reducido, lo ocurrido abre un debate profundo: ¿qué tipo de cultura deportiva se está construyendo en El Salvador? El racismo y la discriminación no se combaten únicamente con sanciones; requieren educación, respeto y responsabilidad compartida.
El fútbol es identidad y pasión, pero también es espejo de la sociedad. Lo que ocurre en las gradas repercute en la imagen internacional del país y, sobre todo, en las generaciones más jóvenes que aprenden de lo que ven en el estadio.
Una oportunidad de cambio
Con “Silencio Cuscatlán”, la Barra Azul propone convertir la vergüenza en una oportunidad. Pasar de ser señalados por insultos a ser reconocidos por un acto ejemplar de respeto colectivo. La iniciativa busca mostrar que se puede apoyar con fuerza, sin ofender ni degradar al rival.
Si la afición logra cumplir el reto, el Cuscatlán no solo vibrará con goles y cánticos, sino también con un mensaje claro: en El Salvador no hay espacio para el racismo. El silencio, por unos minutos, puede ser más ensordecedor que cualquier grito.