Un diseño preliminar del Departamento del Tesoro de EE.UU. ha generado discusión al proponer una moneda conmemorativa de $1 para 2026, con el perfil de Donald Trump y la frase “Fight, fight, fight”, en referencia a su reacción tras el atentado de Butler, Pensilvania, en 2024. Presentado el 3 de octubre de 2025 por el tesorero Brandon Beach, el borrador —aún sujeto a revisiones— conmemora el 250º aniversario de la Independencia, pero su enfoque en una figura viva rompe con la tradición numismática estadounidense.
La Circulating Collectible Coin Redesign Act de 2020, firmada por Trump, prohíbe explícitamente retratos de personas vivas en monedas oficiales. Aunque el Tesoro aclara que se trata de un “símbolo” ajustable, la representación reconocible del expresidente ha suscitado preguntas sobre neutralidad institucional. Históricamente, series como las presidenciales de 2007-2016 solo incluyeron líderes fallecidos, evitando percepciones de parcialidad. Incluso propuestas pasadas, como honrar a Ronald Reagan en los 80, fueron descartadas por este principio.
El contexto actual añade matices: el borrador se filtró en medio de un shutdown presupuestario, lo que algunos interpretan como un distracción política. Mientras su base celebra el diseño como un “homenaje a la resiliencia”, críticos señalan un patrón de autopromoción, recordando sus monedas de plata personalizadas en 2024. ¿Es una innovación simbólica o un paso hacia la mercantilización de lo público?
Moneda: Entre el homenaje y la autoproyección
El diseño podría argumentarse como un reflejo de “momentos definitorios” recientes, alineado con el aniversario nacional. Sin embargo, frases como “Fight, fight, fight” —vinculadas a su discurso— y la ausencia de figuras históricas compartidas (como los Padres Fundadores) inclinan la balanza hacia lo personal. Medios como Forbes destacan que, aunque legal en teoría, el enfoque prioriza lo individual sobre lo colectivo, un riesgo en símbolos destinados a unir.
Más allá de lo legal, el debate ético persiste: ¿debe un símbolo nacional celebrar a un líder en vida, cuando su legado sigue en disputa? La polarización en redes —entre apoyo republicano y escepticismo— sugiere que, incluso como borrador, el proyecto ya divide. Si se aprueba, podría sentar un precedente incómodo: ¿hasta dónde puede un gobierno usar la moneda para narrativas partidistas?
La decisión final del Tesoro definirá si este diseño queda como un gesto patriótico o como otro ejemplo de how the personal becomes political —donde lo conmemorativo y lo personal se difuminan. Por ahora, queda una pregunta sutil: en una moneda que celebra “libertad”, ¿quién es realmente el protagonista?
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