La muerte de Carlos Gurrola Arguijo, conocido como Papayita, por una presunta intoxicación con desengrasante industrial en su trabajo en Torreón, Coahuila, reavivó el debate sobre el acoso laboral en México y la impunidad que rodea a estos casos. El hombre de 47 años, empleado de la subcontratista Multiservicios Rocasa en una tienda HEB, falleció el 18 de septiembre tras 19 días hospitalizado, luego de ingerir una bebida adulterada que le quemó los órganos internos. Familiares denuncian que el incidente fue la culminación de años de acoso, incluyendo robos, humillaciones y sabotaje a sus pertenencias, sin que la empresa actuara.
La Fiscalía General del Estado investiga el caso como posible homicidio doloso, aunque aún no hay detenciones ni pruebas contundentes, pues la botella con el supuesto tóxico fue desechada. La familia de Gurrola exige justicia y señala a compañeros y supervisores como responsables, mientras las empresas involucradas se deslindan. HEB México emitió un comunicado lamentando el hecho pero aclarando que la víctima no era su empleado directo, y Rocasa negó cualquier patrón de acoso, tachando las acusaciones de “difamatorias”. Testigos, sin embargo, respaldan el relato de bromas crueles recurrentes, como pinchar llantas o esconder su comida.
El patrón de Bullying normalizada en el trabajo
El caso de Papayita evoca fallas sistémicas: la subcontratación como escudo legal, la falta de protocolos contra el acoso, y la revictimización de quienes denuncian. Según el INEGI, 12 personas renuncian cada hora en México por violencia laboral, pero solo el 1% de los casos se judicializa. Diputados como Patricia Mercado (Movimiento Ciudadano) vincularon el suceso al incumplimiento del Convenio 190 de la OIT, que obliga a los Estados a prevenir estas prácticas. Mientras, en Torreón, vecinos y el grupo Tropicalísimo Apache —del que Gurrola era fan— exigen respuestas.
La indignación crece en redes bajo el hashtag #JusticiaParaPapayita, con críticas a la opacidad de las empresas y la lentitud de las autoridades. La familia creó un fondo para gastos funerarios y presiona para que se revisen las grabaciones de seguridad de HEB, clave para identificar a los responsables. La FGE prometió agilizar las pruebas, pero activistas advierten que, sin reformas laborales, casos como este seguirán repitiéndose. El acoso que mató a Papayita, dicen, es el mismo que silencia a miles en México.
El velorio de Gurrola, celebrado en su humilde casa en el ejido La Concha, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad. Su madre, María del Pilar Arguijo, pidió que su muerte no quede en el olvido: “Nadie nos devolverá a mi hijo, pero sí queremos que esto no le pase a nadie más”. Mientras, las empresas enfrentan un escrutinio sin precedentes, con llamadas a boicotear a HEB si no rompe su vínculo con Rocasa. El caso, ahora en manos de la fiscalía, podría marcar un precedente legal.
El acoso laboral en México, advierten expertos, no es un problema individual, sino estructural. La historia de Papayita —un hombre humilde, fanático de la música tropical, que soportó años de vejaciones por mantener su empleo— expone cómo la normalización de la violencia y la falta de mecanismos de denuncia efectivos convierten los centros de trabajo en espacios de riesgo.